domingo, 31 de mayo de 2009
domingo, 24 de mayo de 2009
miércoles, 20 de mayo de 2009
¿MERCOSUR SI O MERCOSUR NO?
Resulta difícil para quienes compartimos la convicción de que lo mejor para el bienestar de cualquier país en un mundo globalizado es abrirse en sus relaciones políticas y económicas, bajo condiciones, obviamente, de respeto mutuo, equidad, cooperación e integración, abordar, desde las particulares circunstancias políticas de Venezuela, el asunto de su ingreso a MERCOSUR.
Este bloque comercial, a cuya cabeza está un país, Brasil, que ya se codea con los grandes del planeta, ha cobrado mucha importancia económica y geopolítica en los últimos años, a pesar de sus crisis crónicas y desencuentros a lo interior.
Como se sabe, el actual gobierno de Venezuela ha decidido de forma inconsulta adherirse a ese esquema integrador, después de haberse retirado inexplicablemente de
Así, en el presente, el gobierno, por un lado, está buscando cómo recoger los platos rotos, tratando de recomponer la relación con quien era su primer socio en
Para los países de MERCOSUR, “fichar” a Venezuela es un negocio redondo, principalmente, para Brasil y Argentina. Según el SICEX (ALADI), el primero vendió en
A mi juicio, está más que claro que el interés fundamental del gobierno venezolano con tal ingreso no es de naturaleza económica, sino más bien político. Lo comercial es accesorio, y es, más bien, desdeñado. En el fondo, se busca un apuntalamiento indirecto para su proyecto político-ideológico continental en su enfrentamiento con EEUU y los demás gobiernos y fuerzas contrarias a su ideología.
De allí que lo de MERCOSUR sea una suerte de cortafuegos político -uno más- que le permita avanzar su plan político-ideológico a lo interno de Venezuela, en el hemisferio y más allá.
Entre los venezolanos enterados del tema del campo opositor, hay posiciones encontradas. Así, no es infrecuente toparse con especialistas y empresarios que consideran, desde una perspectiva política, que el ingreso de nuestro país a dicho bloque comercial le daría un espaldarazo o legitimaría al gobierno autoritario venezolano, cosa que éste busca desesperadamente, por lo demás, habida cuenta de su cada vez más acentuado deterioro de imagen, incluso en círculos internacionales que antes lo apoyaban más abiertamente. Además, sería, sin duda, un triunfo diplomático que se anotaría el gobierno. La línea política, entonces, de esta posición, sería la de tratar de impedir o denunciar tal ingreso, toda vez que, además, no traería ningún bienestar económico al país, dadas las enormes asimetrías con los 2 grandes de ese bloque.
Se agrega a esta primera postura el argumento de que en la actualidad en Venezuela no hay Estado de derecho democrático ni se respetan los derechos humanos (la propiedad privada, los derechos laborales), lo cual es contrario a los principios democráticos de MERCOSUR contenidos en el Protocolo de Ushuaia y otros instrumentos jurídicos, así como a la filosofía económica que inspira esos sistemas; razones éstas que conducirían a la no admisión como miembro de pleno derecho de Venezuela.
Otros opinan que la oposición democrática no debe oponerse al ingreso de Venezuela a MERCOSUR, ya que, en general, su posición no ha sido adversa a la integración latinoamericana, lo que es cierto, y que además dicho ingreso podría contribuir a atemperar o moderar al gobierno venezolano, sometiéndolo u obligándolo a que adopte una conducta más democrática. Esta posición recuerda que el acercamiento a MERCOSUR no es patrimonio del gobierno actual, sino que viene de administraciones democráticas anteriores; de allí que se imponga la coherencia en ese sentido.
Esta postura, compartida por voceros políticos de países de MERCOSUR, es la que señala que la integración no es con el gobierno venezolano sino con Venezuela, y que los gobiernos pasan pero los países quedan.
¿Cuál debería ser la de las fuerzas democráticas venezolanas entonces?
¿Sería efectivamente una legitimación o relegitimación internacional de Chávez el ingreso a MERCOSUR?
¿Sería un triunfo diplomático?
Respecto de la primera interrogante diría que aceptar a Venezuela en MERCOSUR no haría falta para relegitimar a Chávez. Él ya lo está, formalmente hablando; es aceptado en todas las instituciones internacionales, cumbres y demás reuniones de mandatarios, independientemente de que aquel evento tenga o no lugar. Así, que nada abonaría a su legitimidad formal, aunque Chávez lo explotará en su propaganda.
A la segunda interrogante, respondo afirmativamente y esto no sería tampoco para tirar cohetes. Sería muy difícil no ver allí un triunfo modesto, pero triunfo al fin, de la diplomacia de Chávez, sobre todo en momentos en que su imagen está bien empañada con los cuestionamientos del Parlamento Europeo y
Ahora bien ¿Debemos empeñarnos las fuerzas democráticas venezolanas en evitar que el gobierno venezolano logre tal “relegitimación” y tal éxito diplomático?
¿Vale la pena dar esa pelea, habida cuenta de que es casi segura la admisión por razones que en el fondo son principalmente crematísticas, como corresponde en países que actúan pragmáticamente y no por defensa de ideologías?
Económica o comercialmente hablando, lo razonable sería ingresar a MERCOSUR realizando una negociación en que todos los factores interesados del país participen, con el propósito de establecer todas aquellas protecciones, excepciones o salvaguardias que sean necesarias para amortiguar una competencia que será desigual y dura frente a productos mercosurianos muy competitivos (ejemplo, agricultura). Pero esto está descartado con el gobierno que tenemos, cuyo interés no es defender el sector privado venezolano, ni es el tema económico-comercial su prioridad. ¿Valdría, sin embargo, entrar así a ese bloque, sólo porque hemos sido partidarios de la integración latinoamericana, olvidando todo tipo de consideración política coyuntural o diplomática y apoyando el ingreso sin más?
Políticamente hablando, la no entrada hipotética de Venezuela a MERCOSUR, en tanto que fracaso diplomático y no consecución del “cortafuegos” político deseado ¿equivaldría necesariamente a un triunfo de valor estratégico significativo en la lucha de la oposición venezolana por rescatar la democracia y las libertades?
No estoy realmente seguro de cuál sea el valor político estratégico de oponerse a tal ingreso.
Lo que sí creo necesario es que las fuerzas democráticas debieran asumir una actitud clara y principista sobre el tema; sería absurdo “pasar por debajo de la mesa”, aún a sabiendas de lo complicado del asunto.
Esta postura principista contendría, en primer lugar, nuestra adhesión inequívoca a la integración y cooperación hemisférica y regional, como estrategia para alcanzar el desarrollo de los pueblos del continente.
En segundo término, debe manifestar su apoyo a una integración fundada en la equidad, el acceso libre a los mercados, el reconocimiento de las asimetrías, el tratamiento diferenciado, la competencia leal, la libertad, la democracia, el diálogo permanente, reglas claras y seguras, así como la solución pacífica de las controversias.
En tercer lugar, y no menos importante, debe quedar claro nuestro apego al principio insustituible de establecer unos canales efectivos de participación para todos los sectores privados, individuos, industriales, sindicatos, comerciantes, gremios y ONGs en general, en la discusión de los distintos aspectos de la integración económica. Si bien los gobiernos tienen un papel fundamental en estos procesos, ellos solos no hacen la integración. En este punto debe recordarse la necesidad de contar con un equipo negociador experimentado, de lo que, lamentablemente, carecemos.
En cuarto lugar, y más concretamente, en el caso de MERCOSUR, debemos decir que en el ingreso a este esquema comercial, no ha habido por parte del gobierno consulta alguna con ningún sector nacional, ni de los empresarios o los trabajadores, ni de
En quinto lugar, sería también opinión nuestra que si bien el ingreso a MERCOSUR pudiera ser positivo en teoría, tal decisión no forma parte de una política económica y comercial definida que responda a los intereses nacionales. Se desconoce algún estudio o análisis exhaustivo gubernamental sobre el tema, y por lo que hemos visto, el propósito de tal ingreso atiende a otro tipo de intereses, más bien, de naturaleza política, o mejor dicho, de una parcialidad política.
En sexto lugar, debemos poner de relieve que la conducta política autoritaria de Chávez violatoria de
Una postura como la expuesta salvaguardaría nuestros principios respecto del tema y cubriría las exigencias de carácter político que las fuerzas democráticas tienen en momentos tan difíciles para nuestro país, en los que las libertades y la democracia están en peligro.
EMILIO NOUEL V.
martes, 12 de mayo de 2009
¡
He sido siempre un defensor de los partidos políticos, aunque muy crítico cuando ha sido forzoso serlo, y creo que éste es uno de esos momentos en que debemos increparlos enérgicamente.
Por más que cometan errores y en muchos casos sus líderes no estén a la altura de la circunstancias, los partidos políticos son necesarios, insustituibles, sin duda, en la lucha política organizada.
Es probable que en un futuro no muy lejano dejen de jugar el papel que hoy les corresponde, pero, por ahora, siguen siendo un instrumento indispensable para canalizar y encarnar las distintas opciones de gobierno que tenemos los ciudadanos de a pie.
En nuestro país, los partidos políticos tradicionales han sufrido en las últimas décadas un descomunal deterioro, producto, por un lado, de sus deficientes ejecutorias gubernamentales y su incapacidad para renovarse y comprender las nuevas realidades del mundo y del país, y por otro, ligado a todo lo anterior, a la despiadada, sistemática y absurda labor de descrédito, que han adelantado sectores sociales, personalidades, políticos y grupos económicos y mediáticos poderosos.
Como lo sabemos muy bien los venezolanos, tal deplorable situación ha sido aprovechada por demagogos de todo de pelaje, ignorantes y perversos en su mayoría, para hacerse con el poder, y traernos a la antesala de una tiranía totalitaria.
Hoy, como en otros graves momentos de nuestra historia,
Sin embargo, la mayoría de los dirigentes políticos partidistas parecieran sumidos en una extraña perplejidad, sin capacidad de respuesta rápida, como si no supieran qué hacer ante las arremetidas del tirano. Con sus pocas excepciones, los dirigentes políticos, en su conjunto, lucen atrapados en una abulia o parálisis, cuando lo que exige el momento es acción. (Afortunadamente, aún contamos con organizaciones de la sociedad civil y personalidades que han servido de acicate a los partidos para que actúen).
No obstante, aquella es la impresión que se tiene no sólo con los viejos partidos sino también con los más nuevos.
Podemos comprender la falta de recursos para contrarrestar todo el poder del Estado puesto al servicio de una locura ideológica. Es comprensible, igualmente, la carencia de una militancia numerosa y motivada para el trabajo proselitista y otros iniciativas. Es comprensible también el cansancio y/o la apatía de ciertos sectores frente a los partidos. Estos son asuntos de difícil solución pero que pueden solventarse en la marcha y con políticas adecuadas.
Lo que no podemos comprender ni mucho menos justificar es lo refractaria que es la dirigencia de los partidos al establecimiento de instancias de coordinación política, habida cuenta de los avances cada vez más que claros y progresivos hacia la instauración de una tiranía en nuestro país. Porque, digan lo que digan, éste es el tema prioritario, y en eso está en juego, literalmente hablando, la vida de todos, más allá de lo político, amén de las libertades de los venezolanos.
Ahora bien, si las peleas subalternas fueran los temas que más interesan a la mayoría dirigente, ésta, entonces, no merece liderar a nadie. Con todo dolor lo digo, reconociendo, como lo he hecho en estas líneas y en cualquier escenario, el papel crucial de estas organizaciones en toda democracia.
No nos cansaremos de enfatizar en la necesidad de unidad y convergencia de todas las fuerzas democráticas venezolanas para enfrentar al tirano y su proyecto de devastación nacional. Para ello es menester que se posterguen las rivalidades naturales de toda competencia política. Estoy consciente que esto muy difícil hacerlo, pero las circunstancias lo demandan. Aquellos políticos conscientes que comprendan a cabalidad el grave momento que vive
EMILIO NOUEL V.